Con toda justicia se ha dicho de la basílica de San Ildefonso que tiene el empaque de una pequeña catedral. En efecto, sus magnificas proporciones, su belleza arquitectónica y la sucesión de estilos de arte hacen que se parezca no poco a las catedrales y colegiatas de España.
Es de planta de salón, dividida en tres naves por airosos pilares que se forman con haces de columnillas góticas y se cubren con hermosas bóvedas de nervaduras. Por ello hay que calificar a esta iglesia básicamente como gótica, siendo los otros estilos que hay en ella sobreañadidos y destinados sobre todo a embellecimiento y ornamentación.
La Basílica de San Ildefonso cuenta con dos torres
La más antigua es sin duda la más interesante, y se pueden distinguir en ella tres cuerpos que responden, como así lo indican además los escudos de sucesivos prelados giennenses, a tres épocas sucesivas.
En esta torre lucen las armas del obispo don Sancho Dávila (1600-1615), quizás uno de los prelados que más destacara por su devoción a la Virgen de la Capilla.
Construida casi toda la torre fuera del perímetro de la planta de la iglesia, lo que en ella se integra no disturba apenas la cuadratura interior del templo. Puede decirse que todo el conjunto exterior es bien bello y armónico, sin que los estilos que se advierten choquen entre sí.
El interior de la iglesia
Presenta un aspecto de gran belleza y amplitud, tiene un hermoso suelo de losas blancas y negras de mármol, así como una acertada iluminación eléctrica que resalta la belleza de bóvedas y naves.
La nave mayor, de mayor amplitud que las laterales, tiene en su penúltimo tramo el presbiterio –notable obra de Duque Cornejo- y sobre él una bella bóveda dieciochesca barroca, decorada con ángeles y guirnaldas salidas de las manos de José de Medina, a decir de sus contemporáneos “el mayor y más grande artista que exista en las Andalucias”.
El presbiterio tiene un retablo en forma de tabernáculo-expositor, quedando al fondo de la nave, en la cabecera de la iglesia, el espléndido retablo dedicado a San Ildefonso y a la aparición o descenso de Nuestra Señora de la Capilla. Tal obra de arte se debe a la traza del cordobés Pedro Duque Cornejo, aunque la realización y entallado corresponde a otro insigne tallista y arquitecto, don Francisco Calvo, que lo término en 1763.
Las naves laterales también se coronan con magníficos retablos barrocos, dedicados a San Benito y San Antón, obras notables de los mismos artífices que el del Descenso. Todavía existen otros retablos igualmente notables, como el de las Ánimas y el del Cristo del Valle.
El retablo del Sagrario, en cuyo camarín recibe culto la Virgen de la Capilla, Reina, Madre y patrona de esta ciudad, es, sin duda, la joya de la iglesia.
La iglesia tiene tres capillas, tituladas de la Virgen, de la Vera Cruz y de la Soledad, por las sagradas imágenes que en ellas se veneran.
Tiene la iglesia bellas imágenes antiguas y modernas, que sirven algunas de ellas de titulares a las hermandades que están establecidas en el templo. Todas ellas enriquecen el de por si rico patrimonio arquitectónico del templo.