COSIENDO PALABRAS A LA VIRGEN
ÚLTIMO DOMINGO DE ABRIL 2020
Querido hijo:
Solía contarme mi abuela los sueños que se hacen en la posguerra… sí, también bajo cielos grises nace la vida. Aquella historia que hoy lección te dicto, amor.
A sus 18 años perdió el pan de la familia, quedando huérfana de padre con 4 hermanas y una madre. La soledad y el abismo del hambre que aterriza cuando llega la pobreza, el miedo de la viuda de no tan olvidada época golpeando las puertas.
Pero lejos de hacerse víctima de las circunstancias, tu bisabuela, mi abuela… aprendió a rezar de nuevo. Miró a su alrededor: las dos niñas pequeñas, ajenas al temblor de la casa; el luto de su madre sentado en lágrimas; y al otro lado, una adolescente de 16 años allí confinada. Se acercó a ella, y le dijo: “Hermana vamos a rezar a la Virgen que ella no nos desampara, para que el pan siga llegando a la mesa de esta casa.” Y aprendieron a rezar, a rezar de nuevo.
Una se fue a las labores del campo y otra aprendió el oficio… y a golpe de zahón y aguja, entre aperos agrícolas y de costura, fueron sembrando la tierra para ir cosiendo las raíces de las que tú naces, criatura. Vaya si aprendieron a rezar, a rezar de nuevo. A rezar con las manos, los pinchazos son los clavos. Y tal fue su devoción y tan mágica su oración, que dedicó gran parte de su esfuerzo a vestir con mantos las imágenes, a bordar con arte los estandartes, a decorar las bandas y los trajes que en procesión a la Santísima Virgen acompañaban.
Oí alguna vez que el peregrino reza con los pies…
Te acuerdas hijo, de la última vez, aquella tarde hermosa que tus manos se chocaron con las de ella, tú jugabas a las carreras y ella cosía. Pero no tenía ni hilo ni tela… Nosotros decíamos: solo los recuerdos le quedan.
Hace unos días que dicen que la bisabuela es ahora la que hace carreras, que está nerviosa, que las prisas la aceleran… y que luego se sienta y cose, aún sin tela. Hay quien afirma que no tiene memoria, y no miente en su aserción, pues cierta es: Ella no tiene memoria, ella es memoria. Memoria de una España que se tejió con las manos y las mismas entrañas de esa gente que se marcha sin más aplauso que el llanto ahogado.
Oí alguna vez que el peregrino reza con los pies… sus prisas al taller, el olvido de que eran las tres, la hora de comer; en casa de mi abuela nunca hubo reloj si había que bordar a la Madre de Dios. Ella, hijo, aprendió a rezar con las manos y el trabajo. Y también oró con los pies, cuántas veces la Calzada al Cerro subió. Y ahora, tu bisabuela vuelve a correr, que está llegando la hora… la Virgen de la Cabeza asoma entre olivos y ella ha terminado su manto, que con tanto ahínco cosió durante 98 años años.
Y entonces, por qué tanta prisa, qué cose mi abuela ya sin tela, en estos últimos casi 4 años… está cosiendo los nuestros… los de sus hijos, nietos y bisnietos…. está cosiendo sin descanso los de esta España desnuda… porque tu bisabuela aprendió a rezar de nuevo, otra vez… CON EL ALMA, COMO SE REZA DE VERDAD…
Y llega la primavera, las flores se abren en el rosal, ha de cogerlas antes de su marchitar…. que a la Virgen con pétalos el manto le va a bordar.
TE QUIERE SIEMPRE, TU MAMI MILY
Mª MILAGROS TITOS PADILLA
CARTAS A MI HIJO DE DOS AÑOS