El año termina. Oración.

En todo hombre hay un espacio de soledad que ningún vínculo humano puede colmar, ni siquiera el amor humano más fuerte. El que se niega a entrar en este espacio de soledad se pone en situación de rebelión, de rebelión contra los hombres e incluso contra Dios. Cristo te espera en la profundidad de tu ser, donde nadie se parece a nadie.

«YOUCAT – Tu libro de oración»

Súplica

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que donde hay odio, yo ponga el amor.
Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que donde hay error, yo ponga la verdad.
Que donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar,
ser comprendido, sino comprender,
ser amado, sino amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.

(San Francisco de Asís)

Hoy, Señor, tengo en mi conciencia la “Jornada mundial por la paz” y el mensaje del Papa para el día 1 de enero.
Y vengo a escuchar desde mi corazón, el grito por la paz. Grito que se levanta en tantos y tantos lugares del mundo.
Y vengo a pedirte que me concedas un corazón pacífico, generoso, justo y paciente.
Tu dijiste:

La paz os dejo,
mi paz os doy;
no os la doy yo como
la da el mundo.
Que no se turbe
vuestro corazón
ni se acobarde. (Jn 14,27)

Y te suplicamos: ¡Danos tu paz!

Nuestra paz con Dios

Jesucristo «es nuestra paz» (Ef 2,14). Ya lo anunciaron así los profetas en el Antiguo Testamento al señalar que vendría un poderoso Mesías y que este Mesías-Cristo traería consigo un ansiado periodo de paz y un mundo nuevo en el que «habitará el lobo con el cordero» y «el leopardo se tumbará con el cabrito» (Is 11,6); el Mesías sería el «Príncipe de la paz» (Is 9,5).
Jesucristo, con su muerte en la Cruz, ha reconciliado al hombre con Dios y ha derribado el muro que los separaba (cf. Ef 2,14-16).
Jesucristo estableció la paz entre cielo y tierra y abrió todas las puertas a una vida de reconciliación y de alegría interior. Sin embargo, su paz no se difunde por sí sola: el ser humano tiene libertad para aceptar con fe el ofrecimiento de Dios para la reconciliación y para rechazarlo sin creer en él.

¿Acojo la paz y la reconciliación con Dios?

¿Cómo empieza un cristiano a instaurar la paz?

La paz no comienza en las mesas de negociación. La paz, que viene de lo alto, nace siempre en el corazón humano y, desde allí, se expande. El cristiano encuentra la paz dentro de él y está en paz consigo mismo en la oración y escuchando la palabra de Dios. Los sacramentos son también importantes, sobre todo el de la confesión, que es el auténtico sacramento de paz. La paz interior se encuentra también cuando se da el primer paso y se sale al encuentro del amor verdadero con el prójimo. Para poder vivir en paz unos con otros, los cristianos no tenemos otro método mejor que el de estar siempre dispuestos al perdón y a la reconciliación. La paz de cada uno se irradia por sí sola: a la familia, al círculo de amigos o, en última instancia, a toda la sociedad.

¿Estoy irradiando paz?

¿Qué es la paz?

Algunos dicen que la paz es la ausencia de guerra y otros creen que es un equilibrio estable entre fuerzas adversarias, pero ambas definiciones son insuficientes. La paz es ser feliz en el orden bueno de Dios: este tipo de paz es nuestro objetivo. Nos encontramos en el camino hacia la paz cuando contribuimos al mundo según el orden divino de justicia y caridad. Haciéndolo, además, nos ponemos al lado de aquellos que buscan la verdad desde la sinceridad de su corazón, que se preocupan justamente por el bien y la seguridad de sus hermanos o que regalan sin más su amor a los demás. En este caso, cuando promovemos los derechos de todos los seres humanos y los defendemos siempre, estamos actuando en el verdadero sentido querido por Dios.

¿Puedo decir que estoy en el camino de la paz?

¿Qué es el perdón?

Los hombres pueden causar un daño terrible: se bur- lan, ignoran, mienten y engañan. Los cristianos, en lugar de lamentarnos por aquello que no sabemos eliminar del mundo, podemos crear la paz y llegar a la paz interior gracias a la posibilidad del perdón. El perdón no resta importancia al mal cometido, ni tam- poco hace como si este no hubiera sucedido, sino que al perdonar, lo que hacemos es introducir a Dios en la ecuación: «Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades» (Sal 103,3). Con Dios a nuestro lado, los seres humanos tenemos la fuerza para per- donar e, incluso, para hacer posible un nuevo comienzo donde a nadie le parecía humanamente posible.

¿Vivo la experiencia del perdón a otros?

El cristiano a favor de la paz

Cuando los cristianos vivimos el Evangelio, vivimos como Jesús, nos convertimos así en el mejor movimiento del mundo a favor de la paz.
Por esto cualquier tipo de violencia que haya alrededor nuestro nos hace preguntarnos:

¿Estamos viviendo el Evangelio?
¿Hay en mi entorno experiencias de violencia
de cualquier tipo?

¿Cuál es el compromiso político de la Iglesia por la paz?

La Iglesia, como continuadora de la obra de Cristo y dispensadora de su gracia redentora, considera como misión propia «la reconciliación de todos los individuos y de todos los pueblos en la unidad, la fraternidad y la paz».
La Iglesia asume su deber de promover y garantizar la paz, y lo hace de manera especial en los ciento ochenta países en los que la Santa Sede tiene representación diplomática. La Iglesia defiende los derechos humanos (como por ejemplo la libertad religiosa o la protección de la vida), insta al desarme y pide el desarrollo económico y social. Todo ello lo hace para garantizar el fundamento de una convivencia pacífica en la sociedad. La Santa Sede envía igualmente representantes a las regiones en guerra y asesora y ejerce de mediadora durante los conflictos bélicos, permaneciendo en un discreto segundo plano.

Señor, te suplico que tu Iglesia,
extendida por el mundo,
sea instrumento de paz
entre las naciones y los pueblos

La fuerza destructora del mal consentido

Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción tiene con- secuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor.
Papa Francisco, Encíclica Evangelii Gaudium

¿Mantengo, ya sea con mi palabra o mis obras,
estructuras sociales injustas?

Súplica

Señor, en estos días de Navidad
antes de que termine este año
queremos presentarte las esperanzas y los sueños
que tenemos para el año nuevo.
Te damos gracias, Señor,
por todos los beneficios que de ti hemos recibido
en este año que termina.
Perdona lo que te hayamos fallado en estos meses.
Bendícenos cada día y haz que caminemos siempre
por caminos de paz y fraternidad.