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«Huesos secos, escuchad la palabra del Señor.
Yo mismo traeré sobre vosotros espíritu y viviréis.
Haré crecer sobre vosotros carne,
extenderé sobre vosotros piel, os infundiré espíritu y viviréis».
Lectura:
Crónica del acontecimiento en la mañana de Pentecostés
(Hechos de los Apóstoles 2,15-41)
Plegaria. Salmo del Espíritu:
Eres como el viento, pero no eres el viento.
Eres como viento refrescante,
como una brisa suave, como un susurro.
Eres viento que quema y abrasa.
Como un viento impetuoso, huracanado, arrasador.
Limpias, barres, renuevas la faz de la tierra.
No te veo, pero sí que te siento.
En la piel, en los huesos.
En el pozo más hondo de mi propio corazón.
No te veo, pero te siento
cuando eres suave murmullo,
cuando te conviertes en fuerte vendaval.
Ven, Espíritu santo, ven.
Eres viento que remueves todos mis papeles
y me los tiras por los suelos.
Echas por tierra mis planes conformistas,
desbaratas mis objetivos a corto plazo.
Me desordenas mi mesa de trabajo,
me lo trastocas todo en el armario del corazón.
Me lo pones todo patas arriba.
Ven, y se renovará la cara de mi vida,
Ven, y estrenaré vestido nuevo en el corazón.
Sopla y arranca sin contemplaciones
esas cuatro bobadas
que me sirven de coartada,
demorando mi definitiva entrega.
Ven. Espíritu Santo, ven.
Hemos perdido frescura y empuje,
andamos lentos,
como fardos pesados con lastre plomizo,
llenos de chatarra.
Arrastramos los pies, estamos pinchados.
Tenemos sangre de chufa, sin fuego ni entusiasmo.
Somos burros cansinos que andamos cansados.
¿En qué nos parecemos
a aquel grupo de locos y borrachos
en la mañana ardiente de Pentecostés?
Ven, viento impetuoso.
Ven a llenar nuestras venas de sangre caliente y de utopía,
porque estamos demasiado cuerdos.
Porque somos y estamos excesivamente cuerdos.
Se nos ha amontonado en las calles la basura.
Ven, Espíritu Santo, y haz tú de barrendero.
Se nos han quedado viejas las repisas de nuestra querida Iglesia.
Hasta telarañas pueden verse en los rincones.
Ven, renuévanos la cara y el corazón.
Quita el polvo de las lámparas y estanterías de la casa.
Somos huesos secos, huesos descarnados.
Somos un pueblo cuya esperanza se ha desvanecido.
Anda la fe por los suelos y la esperanza
se cayó por el hueco del ascensor.
Estamos en medio de un valle lleno de huesos.
¿Podrán revivir estos huesos?
Ven, Espíritu Santo,
sopla fuerte sobre nuestros huesos.
Sopla fuerte en la barca de tu Iglesia.
Empuja suavemente mi barquilla.
Empuja, y que suba un poco
esta cometa mía que anda por los suelos.
Ven, sopla y que remonte el vuelo.
Ven Espíritu Santo
y se renovará la cara de mi vida,
se renovará el rostro de tu Iglesia,
y el aire contaminado de toda la tierra.
Autor: Pablo Vallejo Calzada
Oración:
Oh Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo y padre nuestro, envíanos tu Espíritu, el Espíritu Santo que el Hijo nos prometió, para que nos recuerde y no olvidemos nunca todo lo El nos enseñó. Que nos dé luz para comprender, fuerza para luchar, generosidad para amar, fuego para vivir. Te lo pedimos por tu Hijo que dijo que no nos dejaría huérfanos, sino que nos enviaría su Espíritu. Por los siglos de los siglos. Amen.