LIBERARNOS PARA AMAR
Cada año, el Miércoles de Ceniza, el Papa recibe la Cruz de Ceniza en la Iglesia de Santa Sabina en el Aventino de Roma. Escucha estas palabras: «¡Eres polvo y al polvo volverás!» (Gen 3,19). También nosotros podemos recibir la Cruz de Ceniza. La Cuaresma nos recuerda que no nos hemos dado la vida a nosotros mismos, sino que la hemos recibido de nuestro Creador, y que un día tendremos que devolverla a Sus manos. Nuestro cuerpo volverá entonces, efectivamente, al polvo. El único que puede darnos vida más allá de la muerte es nuestro propio Creador, a través del sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesucristo.
El Miércoles de Ceniza, la Iglesia nos recuerda en el Evangelio los tres elementos básicos de la vida cristiana: la limosna, la oración y el ayuno. Son los tres pilares sobre los que se edifica la vida cristiana.
Analicemos más de cerca el ayuno. No es un fin en sí mismo, pero debería liberarnos para poder amar al prójimo y a Dios.
¿Qué puede liberarnos para amar al prójimo y a Dios durante esta Cuaresma? No tiene que ser necesariamente un duro ayuno físico; por ejemplo, si un estudiante que tiene que preparar exámenes se dedica a ello, puede distraerse del estudio. Pero aquellos cuyas obligaciones profesionales no se ven perjudicadas por el ayuno, sin duda deberían hacerlo. Muchas cosas nos liberan para amar al prójimo y a Dios, por ejemplo, abstenerse de consumir alcohol o fumar, o abstenerse de comprar. Nuestro guardarropa sobrevivirá independientemente de que compremos algo antes de la Pascua. Evitemos todo lo excesivo para tener más tiempo para dedicarnos a nuestra fe, a escuchar la voz de Dios y a estar ahí para los demás. Tenemos 40 días para hacer todo esto.