NADA QUE PEDIR
Primera semana de febrero de 2021
Querido Hijo:
Días revueltos estos que dejamos atrás, encuentro de sentimientos y agitar de los vientos. En casa también llegaron las mascarillas aunque procuramos que para ti nunca haya máscaras, por ello insistimos en dar normalidad al transcurrir del reloj.
Durante años rogué por un positivo y esa mañana de Miércoles, primer Miércoles de San José, mis súplicas se enfocaban en muchos negativos. Sabes, hijo, lo que a Él con Fe se le pide, con más Fe te lo concede y con Gracia lo aceptamos. Claro que eres conocedor si tú ya tienes experiencia de la Grandeza de Dios, y de la extensión de sus manos.
Ayudabas a mamá a preparar su cena cuando te paraste y dijiste: “Voy a meterle a papá a Me. Petra y al Señor para que esta noche no tenga miedo”. Tu oración llegó y el negativo también empapado de abrazos y miradas de su Amor.
Dicen que los colegios son un lugar seguro, así está ocurriendo, el estudiante lleva en su código genético impreso el cumplimiento de las normas. Y el maestro…. el docente se reviste de otra piel, el Señor le envía los dones del Espíritu Santo para dar vuelo y volar midiendo las distancias sin imponer lejanía.
Seguimos haciendo nuestro camino, sin pisar el de otros. Recuerda que si tus pies se vuelven zancadillas dejan de avanzar. Anoche me pedías que diera la luz que tenías ganas de hablar con la Virgen María. A solas con Ella, no sé que os contasteis, solo sé que necesitabas ese tiempo: “Y por qué me buscabais, no sabéis que me debo a los asuntos de mi padre” Lc: 2,49. Cada escalón de regreso al piso fue cantando a Jesús. Y todavía hay quién piensa que se adoctrina… no conocen el alcance de la Cruz.
Cada día nos acercas más a tocar al cielo, la verdad es que tu relación con Dios afianza la mía. Me enseñas a rezar, me traduces las lenguas que de Él no siempre comprendo. Ves lo que yo no veo, ríes con las nubes y bailas con las sombras. Seguimos oyendo que el mundo se acaba y sin embargo tú me insistes en que recién empieza, porque los finales son comienzos en la oportunidad de construirnos.
Contigo, mi hijo, aprendo que no hay nada que pedir y mucho que dar. Enseñas a mi corazón a respetar los tiempos, a despertar latidos que dan celeridad a mis amaneceres dormidos. No sé si alguna vez junté mis manos para rezar pero sé que ahora soy capaz de abrirlas para entregar, y conozco que eso es orar.
TE QUIERE SIEMPRE, TU MAMI MILY
Mª MILAGROS TITOS PADILLA
CARTAS A MI HIJO DE TRES AÑOS