Cosme y Damián sufrieron martirio en Ciro (Siria), probablemente en la persecución de Diocleciano (304). Según la tradición, eran médicos muy valorados por su ciencia y habilidad, y que curaban desinteresadamente al que no podía pagar. Su culto se extendió rápidamente por todo el Mediterráneo, y en Roma les fue dedicada en el siglo VI una basílica con un magnífico mosaico que aún se puede admirar actualmente.