Una decisión valiente
Habéis tomado una decisión valiente en la sociedad actual y, además, se trata de la aventura más apasionante de toda vuestra vida. Habéis decidido casaros porque os queréis y deseáis amaros toda la vida; porque creéis que Dios está presente en vuestras vidas y queréis que Jesucristo acompañe vuestro caminar.
El matrimonio: la unión esponsal elevada a sacramento
El matrimonio forma parte de los sacramentos destinados «al servicio de la comunidad». El amor y el compromiso incondicional entre un hombre y una mujer, cuando son creyentes, es ya, por sí mismo, un sacramento, una presencia plena y visible de Dios en el mundo, un signo del amor de Cristo por su Iglesia.
La alianza matrimonial, por la que el hombre y la mujer se unen entre sí para toda la vida, recibe su fuerza y vigor de la creación, pero entre dos bautizados se constituye en sacramento de la nueva alianza (cf. can. 1055). Se trata de la íntima comunidad de vida y amor, por la cual los cónyuges «ya no son dos, sino una sola carne» (Mt 19,6).
«El diálogo es una manera privilegiada de vivir, expresar y madurar el amor en la vida matrimonial y familiar»
(Amoris laetitia, n. 136)
Antes de la boda
Es tiempo para dialogar mucho, conocerse bien, compartir experiencias, abrirse a grupos de amigos con los que comentar el significado del matrimonio, incluso también con algún sacerdote. Que la fe forme parte también de este «entrenamiento», acostumbrándoos a rezar juntos, celebrar la eucaristía dominical, participar en las fiestas religiosas familiares de vuestras raíces, pensar en los signos que estarán presentes en vuestro nuevo hogar.
Para preparar la boda
Acudir con tiempo a la parroquia para reservar el día más adecuado y tener la tranquilidad de realizar con calma todos los preparativos, sobre todo el de la celebración. Todas las parroquias proporcionan unos encuentros para profundizar en el sentido humano y cristiano del matrimonio. Es una ocasión extraordinaria para conocer a otros novios que están en la misma situación que vosotros y crear lazos compartiendo experiencias. Habréis de elegir a todas las personas que participarán en la celebración y designar con criterio a quienes serán vuestros testigos.
Después de la boda
Que vuestro matrimonio crezca y se consolide desde el amor, el respeto y la fidelidad. Que vuestro hogar sea casa de todos y foco de solidaridad. Y, más adelante, si llegan los hijos, recordad que el mayor bien que podéis regalarles es hacerles crecer en la fe y el amor, entendiendo la vida según el Evangelio. Que vuestra familia sea una verdadera Iglesia doméstica.